Cada gol fue una preciosa obra de arte. Tejida con paciencia e inteligencia. En el primero, obra de Portu, intervinieron hasta 10 jugadores, símbolo del fútbol coral que practica el Girona de Míchel, un equipo reconocible, pase lo que pase. En el segundo, que llevó la firma del eléctrico Savinho, intervino Miguel, que tiene un GPS en la punta de su bota izquierda para detectar el desmarque en profundidad de Aleix García, quien asistió de córner, que se rebeló en la segunda mitad de una mala primera. Jugó a fútbol bajo una lluvia incesante que le confería un aire épico a la noche que devuelve al Girona al segundo lugar de la Liga, cada vez más cerca de la Champions, ajenos incluso a errores arbitrales, como ese penalti escamoteado al propio Savinho.
La jugada del 1-0 fue tan larga como precisa. Larga acción de ataque que duró un minuto. Un minuto en el que el Girona hizo transitar la pelota de lado a lado. De derecha a izquierda. Y de izquierda a derecha. Viajaba feliz el balón, mimado con tacto por cada uno de los 10 futbolistas del equipo de Míchel (todos, menos Dovbyk), que tuvieron la delicadeza de transportarla.
Hasta que llegó a Tsygankov, prólogo de ese 1-0 que llenó de alegría la lluviosa noche de Montilivi. Lluviosa, con un incómodo viento, y fría noche, que adquirió luego un aire mágico cuando el ucraniano giró su tobillo izquierdo para servir una asistencia de gol a Portu.
En el radar de Tsygankov se había detectado la diminuta figura del delantero murciano, quien escapó de la línea de tres centrales ideada por Jagoba Arrasate, técnico de Osasuna. Portu fue invisible para la zaga navarra.
Invisible, pillo y astuto porque actuó con tal celeridad en su remate que abatió a un sorprendido Sergio Herrera. Segundo disparo a puerta, el primero casi no cuenta porque un inofensivo cabezazo de Dovbyk, y primer gol del Girona.
Míchel y Arrasate, ambos con tres centrales
El partido entraba entonces en una nueva dimensión. Un partido dibujado tácticamente casi de forma similar por ambos entrenadores. Míchel también salió con línea de tres centrales (Eric García-David López-Blind) dejando a los laterales derechos (Yan Couto y Arnau) en el banquillo.
En realidad, el técnico de Vallecas solo usó a un lateral, que no ejerció de tal. Fue Miguel, el elegante zurdo que galopa por Montilivi, más interior y hasta segunda punta que defensa, moviéndose con soltura e inteligencia.
Así empezó el partido el Girona, ocupando bien los espacios, sintiéndose dueño del partido porque el balón fluía con naturalidad desde atrás gracias a la calma que inyecta Blind.
Una calma rota pasada la media hora de partido porque Osasuna intensificó su presión, aunque el entramado defensivo del Girona le dejó seco en la primera mitad. En esos 45 minutos iniciales ni un disparo a la puerta de Gazzaniga, espectador privilegiado de los lejanos tiros desde fuera del área firmados por Mojica y Moncayola.
Curiosamente, Aleix García, el faro del equipo de Míchel, brilló más en acciones defensivas que en ataque, donde el juego, rompiendo casi una tradición, se inclinaba más hacia la derecha gracias a la conexión entre Portu y Dovbyk.
En la izquierda, Savinho no tenía peso. Ni la pelota le llegaba como esperaba el joven brasileño, que no tenía ni opciones casi de regate. Y siempre muy lejos de la portería de Osasuna, al tiempo que Dovbyk era prisionero de su impaciencia, enemistado como anda con el gol desde hace siete partidos. Demasiado tiempo para un ‘nueve’. O tiraba antes de tiempo o no llegaba a tiempo el gigantesco delantero ucraniano.
El penalti no pitado a Savinho
Entonces despertaron los dos delanteros del Girona de golpe justo cuando la dolorida rodilla derecha de Tsygankov le obligó a pedir el cambio. Primero, emergió la galopada de Savinho con una monumental jugada que acabó en empujón y penalti de Catena, pero no lo decidió así el colegiado. Ni tampoco el VAR.
Luego apareció Dovbyk con un soberbio cabezazo que tuvo una respuesta todavía mucho mayor con una parada descomunal de Sergio Herrera. Y el equipo de Míchel, espoleado por lo que consideraba una gran injusticia, se hizo con la pelota, de nuevo. Y así, con una excelente jugada, culminada por Savinho llegó el gol de la tranquilidad para certificar el retorno al segundo puesto.
Quizá sea casualidad, pero volvió Blind y el Girona volvió a ser reconocible, ahogando a Budimir, el ‘Pichichi’ de Osasuna, a quien dejó seco. Ni un disparo a puerta.