“Ser psicóloga criminalista es escarbar en el lado oscuro de la humanidad”. Con esta frase se presenta Julia Shaw, investigadora de la división de Psicología del University College London, experta en conductas delictivas y falsos recuerdos. La mayor parte de su trabajo se ha centrado en comprender lo que a ojos mundanos es incomprensible: los crímenes más horribles: violadores, asesinos en serie, pedófilos, etc. Todo eso cometido por personas que consideramos monstruos.
En su conversación con EL ESPAÑOL, Shaw reniega de esta palabra. Para ella, es muy fácil tachar a alguien que ha hecho algo malo de monstruo. “Es mucho más difícil comprenderlo“, advierte. Si bien, según ella, es mucho más útil.
Para entrar en materia, habla de una de las historias que más le ha impactado en su carrera. Todo comenzó con una carta desde la cárcel. Era un hombre pidiéndole un favor. Si podía enviarle a prisión su libro sobre falsos recuerdos. En la biblioteca del presidio, todavía no estaba disponible. Su historia bien podía ser la de un drama hollywoodiense. Catedrático en una universidad y con una historia de vida intachable, había acuchillado a su padre hasta la muerte. Le clavó el puñal 50 veces.
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Indagando en su historia, descubrió que había sido víctima de un falso recuerdo. En una terapia de deshabituación al alcohol, le habían insinuado que, posiblemente, su adicción a la bebida venía de que había sido víctima de abusos sexuales por parte de su padre de pequeño. Él lo creyó.
Después de esta investigación, aquel hombre dejó de ser a ojos de muchos un “monstruo”. La mayoría de criminales, según Shaw, no corren esa suerte. En su último libro Hacer el mal (Temas de hoy) invita al lector a repensar lo que muchos consideran ‘maldad’.
¿Por qué escribir sobre Hacer el mal?
Escribí el libro porque, como psicóloga criminalista, mi pasión es entender por qué la gente hace cosas terribles. Quería retarme a mí misma y al lector a explorar la ciencia que hay detrás de los peores pensamientos y comportamientos imaginables. La gente no dedica suficiente tiempo a examinar y deconstruir sus propias percepciones y prejuicios sobre cuestiones éticas profundas. El propósito de este libro es hacer un chequeo moral. Una forma de entendernos mejor a nosotros mismos para no caer en la trampa de deshumanizar a los demás con facilidad.
También viene porque me preocupa que en el discurso político se utilice con demasiada libertad el término mal. El mal es una palabra que cierra conversaciones y permite a personas y países justificar las peores atrocidades.
“Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo”. De todas las frases de Nietzsche que utiliza, ésta es la que más me ha llamado la atención. ¿Qué significa para usted?
El resto de la cita también es genial: “Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti”. Es un recordatorio de que pensar en la gente como monstruos te pudre por dentro. Parece que te justifica para hacer cosas malas a esas personas.
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Una curiosidad que trata en Hacer el mal. ¿Es más probable que un jurado popular condene a alguien feo que a alguien guapo?
Tal vez. La investigación psicológica ha descubierto algo llamado efecto halo, que significa que asumimos que las personas con buen aspecto son buenas. También existe el efecto diablo, que significa que las personas con mal aspecto son malas. Si nos fijamos en las representaciones clásicas de villanos, veremos exactamente a qué me refiero: perpetradores espeluznantes y poco atractivos.
Esto también puede trasladarse a los tribunales. Las investigaciones han descubierto que se necesitan menos pruebas para que un jurado condene a alguien poco atractivo. Yo misma he realizado estudios que han descubierto que los estereotipos condicionan muchas de nuestras decisiones. Por ejemplo, alguien con sobrepeso tiene menos probabilidades de ser elegido en una rueda de reconocimiento policial por un delito violento que alguien de peso normal o musculoso.
¿Alguna vez en su carrera se ha encontrado con una persona que encarne lo que nosotros, como sociedad occidental, consideramos el mal?
¿Quién encarna el mal? ¡Es muy subjetivo! Si encontrase a diez personas de todo el espectro político que coincidan en una persona viva a día de hoy a la que calificaran de malvada, entonces quizás podríamos responder a esa pregunta. No obstante, no creo que encuentre a nadie en la que estén todos de acuerdo. Este es uno de los aspectos más interesantes de la investigación sobre el mal. Que haya tanto desacuerdo y que todos pensemos que nuestra propia ética es la correcta.
Hay cosas que son terribles e inexcusables, pero es muy sencillo utilizar el término mal. Es mucho más difícil explicar qué hay tras alguien o tras algo terrible. No obstante, ese esfuerzo es algo bueno.
En el libro pongo el ejemplo del asesino en serie Jeffrey Dahmer, que mataba a jóvenes homosexuales y guardaba partes de sus cuerpos para intentar hacer una especie de zombi. Me reté a mí misma a intentar ver a través de estos actos atroces, a preguntarme ¿por qué? ¿Qué buscaba? Dahmer se sentía desesperadamente solo, un sentimiento con el que todos nos podemos identificar. No excusa nada de lo que hizo, pero la comprensión es clave para prevenir actos así en el futuro.
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Dice que todos podemos cometer asesinatos. Haciendo gala de lo que en su libro denomina ’empatía malvada’, puedo llegar a entender esta premisa. No obstante, en el prólogo, el periodista de sucesos Toni Muñoz plantea una pregunta que me parece muy pertinente: ¿cuál es el proceso mental que lleva a alguien no sólo a matar, sino a infligir el mayor dolor posible?
Hay tres posibles respuestas. La primera es que esa persona tenga un alto grado de sadismo, que disfrute con el sufrimiento ajeno. La segunda es que puede sentir placer porque tenga un alto nivel de psicopatía, lo que significa que tiene poca empatía. Cuando no sientes pesar por el dolor ajeno, es más fácil que matar sea visto como un juego, como una actividad curiosa. Y luego está la ira, sentir que estás del lado de los buenos porque estás matando, por ejemplo, a un delincuente sexual infantil.
¿Es normal fantasear con el asesinato? ¿Por qué lo hacemos?
Sí. Los estudios han demostrado que muchas personas tienen fantasías de asesinato. Desde un punto de vista intuitivo, es algo bueno. Las fantasías sobre asesinatos nos permiten probar en nuestra mente el peor tipo de solución a nuestras frustraciones o enfados, como un experimento mental. Cuando lo pensamos detenidamente, casi siempre nos damos cuenta de que, en realidad, no queremos lidiar con las consecuencias de matar a alguien. Así que, de un modo extraño, para la mayoría de nosotros puede que, incluso, nos impidan actuar según esos impulsos, en lugar de hacernos más violentos.
Contrariamente a lo que la gente piensa, la investigación ha descubierto que la mayoría de los asesinatos son banales. Ocurren impulsivamente y por razones estúpidas, como peleas que se salen de control o pequeñas deudas. No es como en las películas, donde los asesinos fantasean con matar a alguien durante meses.
Entiendo que la mayoría de la gente, en circunstancias pacíficas, va por el buen camino. Es fácil hacerlo. Si bien, estoy familiarizada con la obra de Hannah Arendt, a la que cita en su libro, y muchas veces me he preguntado qué habría hecho yo en la Alemania nazi, en circunstancias totalmente distintas de las que tenemos aquí y ahora. En ese contexto histórico, ¿nos resulta más fácil ser como Eichmann o revelarnos?
Yo también me lo pregunto a menudo. ¿Habría estado yo en el lado correcto de la historia? ¿O habría sucumbido a la autopreservación y al pensamiento de grupo? Esto es otra cosa que me atrae del concepto del mal.
Ahora mismo, en la mayor parte del mundo, tenemos el lujo de vivir en paz. Así pues, tenemos la posibilidad de dedicar tiempo a pensar en profundidad y estudiar ética. Es muy útil prepararse éticamente para lo peor cuando los tiempos son buenos. Si afrontamos los malos tiempos, como la guerra, con suficiente alimento ético, es probable que tomemos mejores decisiones.
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Según entendí en el libro, ¿la pedofilia es una enfermedad?
No. Pero tampoco es una elección. Nadie se levanta un día y decide tener una orientación sexual que la mayoría de la sociedad considera reprobable.
Tenemos que ofrecer a las personas con un interés sexual por los niños y adolescentes un lugar adecuado para hablar de sus impulsos, de modo que se reduzcan al mínimo las posibilidades de que los lleven a la práctica. Llamar malvados a los pedófilos es contraproducente. Tampoco se puede desear airadamente que desaparezcan. Son, y siempre han sido, parte de la sociedad. La cuestión es cómo podemos ayudarles a afrontarlo.
¿Quitarle el tabú podría prevenir el abuso infantil?
Sí. Dando a las personas con esas tendencias el apoyo adecuado y formas alternativas de canalizar sus deseos y que no perjudiquen a los niños. La mayoría de las personas con tendencias pedófilas no cometen delitos sexuales contra menores. Con apoyo mental, incrementan sus posibilidades de mantenerse alejados del delito.
Hablando de prevención, ¿cree que acabar con el sexismo puede ayudar a que haya menos delitos?
Sí. Mientras enseñemos a los niños y a los hombres que la agresividad es una respuesta aceptable a sus problemas, nos abocamos al fracaso. Existe el mito de que los hombres por naturaleza más violentos debido a su testosterona, pero eso no explica por qué la mayoría de los hombres no son violentos ni por qué existen diferencias tan grandes en los índices de delitos violentos entre países. Tenemos que dejar de utilizar este tipo de excusas sexistas, de tratar a los hombres como una especie de criaturas salvajes con excusas pseudocientíficas.
No sé si sabe que en España estamos ahora inmersos en un debate sobre los menores y el consumo de pornografía. En su obra explica que es ahora cuando estamos empezando a entender cómo afecta el consumo de pornografía a las personas. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Entiendo la preocupación, pero creo que posiblemente sea exagerada. Se ha demostrado que el porno influye en nuestra percepción de cómo debe ser el sexo. Puede ser perjudicial si la única educación sexual que reciben los niños es a través del porno. También, a través de la masturbación, puede establecer asociaciones entre actos muy violentos y el placer sexual.
Sin embargo, creo que el discurso sobre el sexo en general es infinitamente mejor que cuando yo era joven. El placer sexual, sobre todo para las mujeres, se está desestigmatizando. Series de gran audiencia como Sex Education permiten a los niños ver modelos sanos de distintos tipos de sexo y relaciones.
Mi opinión es que, a pesar de la preocupación por el porno, los niños de ahora van a ser sexualmente más sanos que las generaciones anteriores y tendrán más en cuenta sus propios límites sexuales y los de los demás.