Existe en San Bartolomé de Tirajana un enorme restaurante que aún mantiene el legado de las primigenias recetas del boom turístico y que ha ofrecido fiesta en la mesa a generaciones de isleños
«El día 13 de junio de 1970 una avioneta AISA I-11B matrícula EC-BKP pilotada por don Rafael Massieu Van de Valle toma tierra por primera vez en la pista del nuevo aeródromo de El Berriel. Y aquí quisiera romper una lanza en favor de estas avionetas Iberavia: magnífica, dócil, maniobrera, segura en vuelo y en tierra con su tren ancho que lo perdonaba todo…», dejó por escrito el inolvidable médico y piloto grancanario Juan Alonso Castellano.
Con aquel aparato de madera contrachapada el Real Aeroclub Gran Canaria daba inicio a una nueva etapa en el sur de la isla tras su salida del aeropuerto de Gando, creando generaciones de pilotos y ahora asentando en la costa de San Bartolomé de Tirajana una ventana al cielo con su academia de vuelo, todo ello avituallado con un restaurante que, con el tiempo, se ha convertido en una suerte de testigo de la primigenia gastronomía de cuando el boom turístico, al punto que, casi seis décadas después, sigue ofreciendo en su carta el prehistórico filet mignon, o el lenguado menier, o a la meunière, como pone en la carta traída de aquellos tiempos para darle más sustancia y caché a la inolvidable golosina.
En esa mitad del siglo pasado un poco más al norte, en Telde, iban naciendo en fila india doce hermanos, los Ramos Santana, que al albur de la nueva industria tiran para el Inglés. Como Jorge, que comienza bien pronto. «Terminé de estudiar octavo un viernes y el lunes empecé de disc-jockey en El Coco, un restaurante y pub de moda». Solo tenía trece años.
Hermano Ramos Santana
Su hermano Juan Francisco «trabajaba también en Playa, en otro bar, y hace treinta años nos vinimos al Aeroclub, gracias al señor Curbelo, del Coco, junto con otros dos más, Javier y Ángel, porque somos uña y carne».
Cuando llegaron, el establecimiento era una sala, una barra y la entrada. En estos treinta años, que están de aniversario, es un mundo con sus cinco comedores, tres terrazas y una piscina de treinta metros -que ya estaba-, pero en la que los hermanos Ramos Santana maceran el apetito de los clientes a base de margullo y sopita y pon.
«Al principio la clientela la componían los socios del Aeroclub y poco más. Era un ambiente de pilotos de la capital que llegaba a Berriel con sus parejas», relata Jorge, «y de hecho al año, año y pico, casi que nos íbamos. No arrancaba».
El proyecto se gripó como una avioneta fallida, pero poco a poco remonta el vuelo con el boca a boca como combustible.
Suena el despegar de un pequeño aeroplano, poco más que una Vespa con alas, que se le ve partir hacia la atmósfera a través de sus grandes ventanales, poco más allá de donde El Rincón de Pepe, bautizado así «por un señor que siempre comía ahí, que era el de Radio Maspalomas, porque eso sí, el que viene un día, repite».
Encuentro de generaciones
Y de hecho el lugar se ha ido convirtiendo con el tiempo en un punto de encuentro de generaciones, la de los abuelos que allí iban en su momento y el de los hijos y nietos que siguen acudiendo como si el restaurante del Aeroclub fuera la extensión del cuarto de estar de la familia. «Nuestros clientes tienen nombres y apellidos y son los que nos han impulsado estos treinta años con una lealtad maravillosa».
De ahí que «lo fuerte nuestro», como lo describe Jorge, sean «los grandes momentos: las bodas, las comuniones, las fiestas de empresa de hasta 500 personas», lo que lo convierte en uno de los establecimientos más grandes del sur isleño, y de rebote en uno de los que más aparece en los retratos de efemérides de parientes y allegados que adornan los esquineros de los hogares isleños.
Y en las pantallas de cine, que no en balde acoge secuencias de The Mother, la película protagonizada por Jennifer Lopez y Gael García rodada el pasado año en Gran Canaria.
O también en las cocinas de Segovia, con cuya Diputación el restaurante mantiene un hermanamiento desde hace veinte años a través del cual celebra unas jornadas dedicadas al cochinillo a mediados de noviembre, para participar en un crujiente festín de 300 personas.
Con semejante trajín la plantilla es, como todo, pantagruélica, y se acerca a una veintena de personas que dan vida a dos cocinas industriales de la que salen esos platos que han quedado fijados en el paladar de casi cuando los primeros suecos, como el citado lenguado que llevan ejecutando y afinando durante estas tres décadas.
No menos conocidas son sus paellas, que las tienen en versión mixta, de marisco, de carne o pollo y que entregan en dosis de hasta treinta comensales por paellera, grandes como ovnis.
«Pero lo que más sacamos son las carnes», puntualiza, «que cocinamos a la brasa, con leña. Son platos como el chuletón de novillo que presentamos con papas panaderas y pimiento asado, o la ternera lechal, con el mismo acompañamiento», y que son seleccionadas por el cliente antes de pasar por el fuego, quizá para ir enralando los salivares. Y si no es carne es pescado de cofradía, a la espalda o a la plancha -sal, ajo, perejil- y de la mar a la sartén tan fresco que un día va a llegar brincando.
Un ‘de toda la vida’
Uno de los platos más resultones del Restaurante Aeroclub sale del horno. El cordero, «que preparamos con una verdura triturada de receta propia, y no con agua y sal, que es como se suelen cocinar», apunta Jorge, y que en los fines de semana salen en magnitudes de tongas. La oferta de ‘toda la vida’ continúa con el cordon bleu, la cada vez más exótica pechuga empanada, sin más, pero que entra a rente, como también ocurre con las vueltitas a la casera, las croquetas de atún, los tacos de pescado con mojo cilantro, las gambas a la gabardina, o el pulpo a la gallega. Los postres culminan el recetario más ortodoxo, pero todo de elaboración casera, desde el mus de chocolate y el de gofio a la casi ya mítica tarta de polvito uruguayo.
Al fuego
Dónde: El Berriel
- El Restaurante Aeroclub se localizada en el kilómetro 7 de la GC-500, Tarajalillo, en el aeródromo de El Berriel, municipio de San Bartolomé de Tirajana.
Horario: De lunes a lunes
- El establecimiento abre todos los días en un horario de Abierto todos los días a partir de las 13:00 horas, con el cierre de cocina a las 11.30 horas.
Reservas imprescindible
- A pesar de su gran aforo es imprescindible reservar con antelación y especialmente a partir del mes de mayo, ya que generalmente ya se encuentra el aforo completo hasta el mes de octubre, según destaca Jorge Ramos.