Estados Unidos comenzó a “prepararse rigurosamente” para un potencial ataque con armas nucleares por parte de Rusia en Ucrania a finales de 2022, según han confirmado dos altos funcionarios de la Administración de Joe Biden a la CNN.
De haberse producido, habría sido el primer ataque nuclear en guerra desde que EEUU lanzó bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki hace casi ya ochenta años.
El posible uso de armas nucleares es una de las amenazas más recurrentes por parte del Kremlin desde el inicio de la invasión en Ucrania. La última de ellas se produjo el pasado 29 de febrero cuando el presidente ruso, Vladímir Putin, amenazó con esta posibilidad en respuesta a unas declaraciones de su homólogo francés, Emmanuel Macron, en las que no descartaba el envío de tropas de la OTAN.
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Según estos funcionarios, al Gobierno de EEUU le preocupaba específicamente que Rusia pudiera emplear un arma nuclear táctica o de campo de batalla. Este temor se expandió entre los altos funcionarios de la Administración estadounidense hasta el punto que se desarrolló un plan de contingencia ante este escenario.
La alarma de Washington no sólo respondía a una hipótesis, sino que se apoyaba, según estos funcionarios, en un conjunto de acontecimientos, análisis y, sobre todo, nueva inteligencia altamente sensible.
Desde finales de 2022 hasta otoño de 2022, el Consejo de Seguridad Nacional convocó una serie de reuniones para implementar planes de contingencia “para evaluar cómo responderíamos en caso de una indicación muy clara de que estaban a punto de hacer algo, atacar con un arma nuclear, o en caso de que simplemente lo hicieran”. “Evaluamos cómo intentaríamos prevenirlo o disuadirlo”, señaló uno de estos funcionarios a CNN.
En este periodo el Ejército ruso estaba sufriendo varios reveses en la guerra de Ucrania, entre ellos el avance de las fuerzas ucranianas hacia Jersón, la mayor conquista del Gobierno de Vladímir Putin desde el inicio de la invasión. Washington temía que una pérdida tan catastrófica podría ser un “potencial desencadenante” para el uso de armas nucleares.
La Administración Biden entedia que una potencial perdida de Jersón, que el propio presidente ruso se había encargado de decirle a su pueblo que era parte de la propia Rusia, podría ser percibida como una pérdida devastadora además de una amenaza directa para él y el Estado ruso.
En este escenario, Moscú podría plantearse un ataque nuclear táctico como un elemento disuasorio contra mayores pérdidas de territorio controlado en Ucrania, así como cualquier posible ataque contra Rusia.
La ‘bomba sucia’ de Ucrania
Fue en estos meses cuando además el Gobierno ruso hizo circular una historia de bandera falsa sobre una bomba sucia ucraniana, que los funcionarios estadounidenses temían que pudiera servir de excusa para un ataque nuclear ruso.
El propio ministro de Defensa de Rusia, Sergei Shoigu, hizo en octubre de 2002 una serie de llamadas telefónicas a funcionarios de defensa de EEUU, Reino Unido, Francia y Turquía, advirtiéndoles que el Kremlin estaba “preocupado por posibles provocaciones por parte de Kiev que implicaran el uso de una bomba sucia”. Argumento que funcionarios de Washington y otras naciones occidentales rechazaron.
A esta preocupación se sumó informaciones recabadas por las agencias de inteligencia occidentales sobre la existencia de comunicaciones entre funcionarios rusos que discutían explícitamente sobre un ataque nuclear.
Sin embargo, el Gobierno de Biden no tenía forma de comprobar si efectivamente Rusia estaba posicionando armas nucleares tácticas, de un tamaño muchísimo menor que las estratégicas, en el campo de batalla ucraniano.
Ante esta serie de sospechas y acontecimientos, Estados Unidos trabajó estrechamente con sus aliados para desarrollar planes de contingencia ante un ataque nuclear ruso y para comunicar advertencias al Kremlin sobre las consecuencias de dicho ataque. Además, Washington intentó lograr la ayuda de países que no eran aliados, en particular China e India, para disuadir a Rusia de un ataque nuclear.